Era el año de 1982, estábamos en segundo año de bachillerato. Los de Mecánica nos encontrábamos aprendiendo a usar los tornos. Para ello nos daban piezas cilíndricas de metal que teníamos que darles cierta forma con el torno. Eran varios ejercicios y con diferentes formas cada uno de ellos. Habia un tiempo limite para entregar cada ejercicio, algunos era horas, otros días. Había quienes tenían gran destreza para cumplir con cada ejercicio; y lo lograban en el tiempo requerido o menos; pero habíamos otros que nos costaba mucho y nos retrasábamos y de allí, pues mala nota en taller.
Con la prisa que teníamos algunos en tratar de avanzar y no retrasarnos y evitar malas notas, cometíamos ciertos errores, algunos hasta peligrosos y ridículos.
Omito nombres para no dañar reputaciones actuales; pero quienes cometimos esas fallas quizás hoy en día les cause gracia o cólera.
Una error algo frecuente era cuando poníamos la pieza de metal a tornear entre las mandíbulas del torno y para sujetarla utilizamos una llave cuya punta era cuadrada, igual a la que se ve en la imagen de arriba.
Era tanta la prisa que ocasionalmente se nos olvidaba quitarla de las mandíbulas y la dejábamos puesta. Lo chistoso y peligroso era cuando el apurado y descuidado operador del torno, encendía el torno con la llave puesta en las mandíbulas. Dicha llave era de puro acero y pesaba probablemente una dos o tres libras. Al encender el torno y la llave puesta en las mandíbulas, esta se convertía en un verdadero misil "quiebra-cocos" que se elevaba un par de metros por encima de nosotros y cuya única protección que teníamos era la de llevar tus brazos a tu cabeza para protegerla (si es que te dabas cuenta del lanzamiento) rogando que no fueras el sorteado que el misil te escogiera a ti como su objetivo. Hay de ti si acasos tratabas de buscarlo en el aire para así quitarte de su camino; pues te arriesgabas a que rompiera los dientes, la frente o la nariz,
Afortunadamente nunca paso nada grave, mas que el susto.
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